Una de las ideas más difundidas acerca de lo fascinante que es viajar bien lejos de tu casa es que, al irte al baño, podrás observar cómo el agua del baño se vacía por el desagüe en sentido contrario al que estás acostumbrado. O sea, que el agua gira en un sentido en los desagües del Hemisferio Norte y en sentido contrario en el Hemisferio Sur. Y que esto se produce debido a la fuerza de Coriolis.
Aunque viajar puede obligarte a cambiar la polaridad de muchas de las cosas que das por supuestas, lamentablemente hay que deslegitimar este difundidísimo mito del agua yéndose sumidero abajo.
La explicación que se aduce para este fenómeno inventado, y que incluso se explica en muchas clases del colegio, es la llamada aceleración de Coriolis, que afecta a todo lo que se mueve dentro del radio de un objeto en rotación, como el agua del baño dentro de la rotación terrestre.
El efecto Coriolis desempeña un papel primordial en el hecho de que depresiones atmosféricas y huracanes giren en sentido contrario a las agujas del reloj a medida que suben desde el Ecuador.
El problema es que es muy débil, y la aceleración resultante sólo produce efecto significativo dentro de escalas temporales a largo plazo. En el caso del agua que se traga el desagüe, el efecto Coriolis produce una aceleración diez millones de veces inferior a la de la gravedad, y, en consecuencia, sus efectos se ven eclipsados fácilmente, por otros factores que sí pueden cambiar la orientación del agua.
Por ejemplo: mediante una leve inclinación de la bañera.
Otro motivo podría ser las acanaladuras (el agua baja pegada a las paredes, no por el centro), que bajan en espiral en el sentido de las agujas del reloj, y en otros al revés, según el país.
Al margen de esto, en 1961, la revista Nature publicó que el doctor Ascher Shapiro, al norte del Ecuador, había detectado el efecto Coriolis en experimentos que demostraron que el agua corrió en sentido antihorario al salir de un tanque de dos metros de ancho. En 1965, un equipo de la Universidad de Sidney dirigido por Lloyd Trefethen repitió el experimento al sur del Ecuador y halló que, en efecto, el agua salía girando en el sentido contrario.
El efecto Coriolis también se produce en todos nosotros cuando salimos a pasear. O al menos lo haría si no fuera por la fricción entre los pies y el suelo. Un cálculo rápido indica que una persona que recorra cuesta abajo 1.600 metros se desviará del curso en unos 165 metros. De ese modo, si el camino estuviera helado y nos deslizáramos por él, nos veríamos obligados a realizar una acción evasiva para contrarrestar los efectos de la rotación de la Tierra.
Incluso hay teorías, probablemente falsas, que indican que los pingüinos de la Antártida realizan trayectorias con una rotación hacia la izquierda.Tenedlo en cuenta la próxima vez que viajéis y os metáis en el baño.
Fuente: GenCiencia
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